El 2025, declarado como el Año de la Conservación de los Glaciares, nos enfrenta a una realidad: los glaciares ecuatorianos, esenciales para la regulación hídrica, están desapareciendo.
Este fenómeno, impulsado por el calentamiento global y las emisiones de CO2, afecta no solo a Ecuador, sino a toda la región interandina. La pérdida de estas masas de hielo tiene consecuencias para las comunidades cercanas y para sectores clave como la agricultura, el turismo y la generación hidroeléctrica.
Los seis glaciares que aún sobreviven en Ecuador-Chimborazo, Cotopaxi, Cayambe, Antisana, Altar e Iliniza Sur-ya perdieron entre el 30% y el 81% de su superficie, desde 1985, según la Serie de Mapas de Superficie del Glaciar, de la Iniciativa MapBiomas Ecuador. En el caso de El Carihuairazo, su glacial ya desapareció totalmente, a mediados del 2024.
Esta reducción compromete su capacidad de regular las fuentes hídricas, lo que genera escasez de agua, erosión del suelo y un aumento de sedimentos que afecta la calidad del agua. Como resultado, el agua disponible ya no es apta para el consumo humano y apenas alcanza para la producción agrícola, que también se ve impactada.
Además, el retroceso glacial impacta los paisajes andinos, disminuyendo el atractivo turístico, y amenaza la generación hidroeléctrica, que depende del caudal de los ríos alimentados por el deshielo. La variabilidad climática agrava la situación, dificultando la planificación y adaptación de las comunidades.
Aunque los científicos advierten que es imposible revertir esta tendencia, es urgente implementar soluciones que se basen en la naturaleza. Estrategias como la recolección y almacenamiento de agua de lluvia durante la temporada invernal pueden mitigar los efectos de la escasez hídrica. También es crucial fortalecer la seguridad y soberanía alimentaria de las comunidades.
El Acuerdo de París, que incluye compromisos para proteger los glaciares, es una herramienta clave en esta lucha. Sin embargo, la salida de Estados Unidos del acuerdo debilitó los esfuerzos globales para combatir el cambio climático. Esto subraya la necesidad de una cooperación internacional más sólida y de acciones locales inmediatas.
Ecuador no está solo en este desafío. Países vecinos en la región interandina enfrentan problemas similares, y algunos dependen aún más del agua glacial. Es momento de unir esfuerzos y priorizar medidas de adaptación que beneficien a las comunidades y a los ecosistemas.
El deshielo de los glaciares es un recordatorio de la urgencia de actuar frente al cambio climático. Las comunidades, autoridades, industrias y la ciudadanía deben contribuir a favor de bajar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero también es necesario entender que las medidas de adaptación son la única opción. Ahora, más que nunca, se deben aplicar soluciones basadas en la naturaleza, como el aprovechamiento y almacenamiento del agua de lluvia, durante el invierno.
El uso más eficiente del agua en el sector agrícola está interrelacionado con mejores sistemas de riego, certificaciones de semillas, adecuado manejo de los páramos y de las fuentes de agua. Estas y otras acciones deben extenderse a lo largo de la región interandina, en donde se encuentran los glaciares.
Fuente: El Comercio